martes, 29 de noviembre de 2011

La basura arrojada a los mares facilita la invasión de especies en ecosistemas remotos

La execrable acumulación de objetos de plástico, arrojados como basura a los mares, contribuye muchos más de lo esperado a la colonización por organismos marinos de ecosistemas que se creían a salvo por su remota ubicación. Un estudio británico ha puesto en evidencia la magnitud de esta amenaza para la biodiversidad.
Durante los últimos diez años, el científico David Barnes ha examinado los desechos que arriban a las playas de treinta islas remotas, distribuidas en un espacio geográfico que cubre desde Spitesbergen, en el Ártico, a la isla Signy, en la Antártida. Este investigador del British Antartic Survey (organismo que regula las actividades antárticas británicas), inspeccionó en esas costas la presencia de animales, como briozoos, crustáceos y moluscos, que pueden alcanzar esos ecosistemas a bordo de fragmentos de madera y otros restos flotantes de origen natural, como rocas volcánicas. Pero en su recorrido por esas distantes orillas, Barnes también descubrió una vergonzante cantidad de basura plástica, desde botellas de refrescos a trozos de antiguas redes, utilizada por esos animales para sus largos desplazamientos.  

Pasaje gratuito
De los doscientos restos que examinó sistemáticamente en cada una de esas treinta islas, entre el 20 y el 80% eran plásticos arrojados a los mares. Desde hace tiempo se sabe que el lastre desprendido por los buques ofrece pasaje gratuito a pequeños animales y plantas para viajar de una parte a otra del mundo, introduciéndose en nuevos ecosistemas. Pero si son atinadas las estimaciones de este estudio, la creciente acumulación de desechos de plástico en los mares duplica ahora las oportunidades para que estos pequeños viajeros encuentren un cómodo y seguro transporte. En las regiones tropicales, Barnes encontró un desecho de plástico por cada residuo natural. Sin embargo, en las playas más próximas a los polos, por cada desecho natural contabilizó dos de origen humano.
Aunque en las regiones tropicales se detectó la mayor presencia de "polizones" en esas basuras, la estadística es especialmente preocupante en las islas próximas a la Antártida, ya que los residuos de plástico triplican en esas latitudes a los fragmentos de madera. Afortunadamente, pero sólo por el momento, el Continente Blanco registra temperaturas demasiado frías para la supervivencia de muchos de estos errantes viajeros, aunque la situación podría cambiar en un futuro no muy lejano si las temperaturas en la región suben dos grados centígrados, como predicen los últimos modelos climáticos.
Además, según Barnes, se ha producido un incremento fulminante de la cantidad de basura plástica lanzada a los mares. En las costas de Gran Bretaña se duplicó entre los años 1994 y 1998, mientras que en las aguas oceánicas de la Antártida el número de residuos de plástico se ha multiplicado por cien.
El plástico es especialmente dañino porque su degradación es más lenta que la de la madera y además su flotabilidad es superior. Ambas características lo convierten en un vehículo ideal para que los organismos que se dispersan por los mares culminen travesías marítimas mucho más largas. De hecho, explica Barnes, la distancia entre cada isla respecto a la superficie continental más próxima no parece tener influencia en la proporción de basura plástica, que para colmo de males también contribuye a la mortalidad de especies de mamíferos marinos y aves.